Los procesos de comunicación e interacción social son tremendamente complejos. La variabilidad que se observa en las personas con TEA conlleva que dichos procesos pueden verse afectados en cualquiera de sus fases, como el inicio, mantenimiento o finalización de las interacciones. También podemos esperar dificultades en el uso del lenguaje no verbal, de manera que no aparezcan gestos faciales o corporales que acompañen al lenguaje, o, aun estando presentes, su uso resulte extraño o incoherente.

Las dificultades para compartir comportamientos e intereses con otras personas es una característica muy relevante en las personas con TEA. Puede manifestarse de maneras muy diversas, como las dificultades para compartir miradas y sonrisas, la ausencia o el uso inadecuado de determinados gestos (como el señalado) o el poco interés en realizar acciones conjuntas y disfrutar en compañía.

El entorno es una pieza fundamental de cualquier interacción, siendo necesario adaptar nuestro comportamiento a los diferentes ambientes en los que nos desarrollamos. Las personas con TEA pueden mostrar problemas para comprender las normas sociales, identificar las señales relevantes del entorno y adaptar su comportamiento de forma adecuada.